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domingo, 30 de diciembre de 2012

RITA LEVI- MONTALCINI

Fallece Rita Levi-Montalcini, neuróloga comprometida y perseverante

La investigadora italiana ha muerto en Roma a los 103 años

El descubrimiento del factor de crecimiento neuronal le valió el Nobel de Medicina en 1986

Rita Levi- Montalcini, Premio Nobel de Medicina en 1986, en una imagen datada en 2008. / CRISTÓBAL MANUEL
A los 103 años ha fallecido uno de los personajes contemporáneos más sobresalientes: Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Medicina, neurocientífica, que ha residido muchos años en Estados Unidos, donde realizó buena parte de su labor investigadora. Nacida en Turín, en 1909, su hermana gemela, Paola, falleció en el año 2000. Era 1936 cuando se graduó en Medicina y Cirugía, especializándose después en Neurología.
Deja una obra científica extraordinaria, pero es más importante todavía lo que su vida representa como ejemplo, como persona comprometida, valiente y serena, actuando a favor siempre de la equidad de género, de la igual dignidad de todos los seres humanos.
Dio a sus memorias el título de Elogio de la imperfección. En ellas analiza las razones que le llevaron a adoptar decisiones que, a la luz del tiempo transcurrido, juzga serenamente. La consciencia de la imperfección es un acicate para mejorar, para superarse.
De origen judío sefardita, siempre fue “libre y responsable”, como define la Unesco a las personas educadas, y actuó en virtud de sus propias decisiones.
Su vida en Italia tuvo que soportar las amenazas y envites del fascio. En 1943 vivió clandestinamente en Florencia, regresando a Turín en 1945, al término de la guerra.
Dos años más tarde inició su gran carrera científica en Misuri, en la Universidad Washington de Saint Louis, con el bioquímico profesor Viktor Hamburguer, trabajando con el tejido nervioso del embrión de pollo. En 1959 fue nombrada profesora titular de dicha universidad, permaneciendo en EE UU hasta 1969. Durante esos años, su investigación neurológica se realizó en colaboración con el profesor Stanley Cohen, con quien compartió el premio Nobel por el descubrimiento del factor de crecimiento neuronal en 1986.
Rita, que conocía el cerebro mejor que nadie, repetía que no quería seguir viviendo cuando el suyo dejara de funcionarle eficientemente. Contribuyó de forma decisiva a esclarecer cómo crecen y se renuevan las neuronas. En 1979 tuve el honor de presidir el jurado que le concedió —casi con los mismos votos que los que obtuvo Jean Dausset, quien sería también premio Nobel de Medicina poco después (1980)— el Premio Internacional de Medicina Saint Vincent. Nunca olvidaré la entrevista que a este respecto mantuve con el entonces presidente de Italia, Sandro Pertini. ¡Qué personajes ambos!
En 1994 creó una fundación que ha presidido hasta su muerte, dedicada a prestar ayuda para la educación, a todos los niveles, de mujeres jóvenes, especialmente en África. Se inspiró, como tan bien describe en su libro Las pioneras, en “las mujeres que cambiaron la sociedad y la ciencia a través de la historia”. Sus únicos méritos, decía, han sido la “perseverancia y el optimismo”. Nunca se jubiló. “El cuerpo se arruga”, comentaba, “pero no el cerebro”. Y la inacción, el desencanto, la desmotivación, “arrugan” el cerebro.
En 1993 apareció su libro Tu futuro dirigido a los jóvenes. Lo dedicó a sus hermanas Nina y Paola “en recuerdo del porvenir que habíamos previsto y soñado juntas en nuestra lejana juventud”. Nadie posee la piedra filosofal, escribe, pero sí la experiencia que proporciona la facultad creadora que distingue a todo ser humano. Los principios éticos deben dirigir el comportamiento. “Espero poder ayudar a los adolescentes para que sean capaces de hacer frente a estas etapas tan decisivas y delicadas de su camino, cuando se preparan para una confrontación directa con la vida”. 'El mundo debe inventarse’ es el título de uno de los capítulos de este libro. Hoy los jóvenes ya tienen acceso al conocimiento de lo que sucede en el mundo en tiempo real. Al adquirir esta visión global nos damos cuenta de lo que debe cambiarse y lo que debe conservarse. En el capítulo ‘Cara a cara contigo mismo’, Rita anima a plantearse las preguntas esenciales, a no seguir el precioso verso de José Bergamín, que me gusta repetir: “…me encuentro huyendo de mí cuando conmigo me encuentro”.
Las aportaciones científicas de Rita Levi-Montalcini han sido fundamentales para el mejor conocimiento de la fisiopatología del cerebro. Pero sus aportaciones humanas son igualmente relevantes. Se ha hecho invisible, pero no se ha ausentado. Su estela seguirá iluminando los caminos del mañana.

Federico Mayor Zaragoza es profesor de Bioquímica en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Ciencia para leer en bicicleta

Entrevista al periodista y escritor Esteban Magnani

“Busco respuestas científicas a las preguntas de todos los días"

 En Ciencia para leer en bicicleta, su último libro, expone su preocupación por la utilización de las nuevas tecnologías  y la necesidad de generar propuestas comunitarias y nuevas herramientas para enfrentar los cambios tecnológicos.

 Periodista, docente, escritor y divulgador de las ciencias, el joven Esteban Magnani (Buenos Aires, 1973) tiene además desde hace un par de meses dos columnas televisivas semanales donde habla sobre nuevas tecnologías y el uso libre y gratuito que deberían darle a ellas las instituciones no comerciales de la Argentina. "Hablo en Visión Siete Resumen, a la medianoche, y Visión Siete a la madrugada, e informo sobre tecnología pero enfocado en la cultura libre, en el software libre, explicando cosas básicas para quienes no tengan mucha información sobre eso. Quiero decir que hablo de tecnologías, de software, pero no pensando desde las empresas, desde la propaganda o el "chivo", sino de poner estas nuevas herramientas al servicio de la comunidad, con cosas a las que sólo la comunidad les está haciendo marketing", asegura este licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad de Buenos Aires), carrera en la que también se desempeña como docente. Magnani realizó una maestría en medios y comunicación en la Universidad de Londres y es investigador en historia y difusión de la ciencia.
Magnani escribió un puñado de libros de ficción o de divulgación científica –Historia de los terremotos, Historia de la comunicación, El cambio silencioso, Desde la revolución–, y ahora acaba de publicar otro, Ciencia para leer en bicicleta, un libro que ofrece respuestas científicas a dilemas cotidianos, con el objetivo de sacudir al lector, o al menos invitarlo a ver el mundo con más curiosidad (científica) de la habitual. 
Editado por Capital Intelectual, el libro reúne notas publicadas en el suplemento Futuro del diario Página/12, donde colabora desde hace años. "La idea fue buscar respuestas científicas a preguntas que nos hacemos todos los días." Eso no implica una respuesta final, sí una respuesta posible. Son cerca de 20 que abarcan la cultura libre, el cyber-punk y los derechos de autor de frente a Internet, el sol y el calentamiento global o la energía renovable, la democracia liberal y la digital, o un gran tema: la Jabulani, la pelota de fútbol famosa por lo inestable en el último mundial. "Los jugadores se quejaban que viboreaba en el aire –dice Magnani a Tiempo Argentino–, que era imprevisible. Los periodistas discutían pero a nadie se le ocurrió preguntarle a alguien que supiera sobre aerodinámica. Y había estudios hechos sobre la pelota. La ciencia tenía algo para decir sobre un problema a priori menor, pero nadie parecía interesado en preguntarle."
 
–¿Cómo nació este libro llamado Ciencia para leer en bicicleta? 
–Se trata de la recopilación de notas publicadas en el suplemento Futuro de Página 12, y corresponden a los últimos dos años. En estos dos años hubo mucho sobre cultura digital y cultura libre, pero también hablo de terremotos, de la basura que se está juntando en los océanos Atlántico y Pacífico, que son restos de plástico que se caen al mar. ¿Qué es lo interesante de esto? Que trato de tomar una cuestión puntual, para hablar de cuestiones más de fondo que ilustran el desarrollo de la ciencia en estos tiempos. En cuanto a lo que es cultura digital, esta metodología tiene mucho riesgo para el periodismo en cuanto a que quizás dentro de dos años lo que uno dijo se transforme en una estupidez. 
–¿Y cómo se desarrolla ciencia en estos años?
–En principio, funciona como siempre, con ensayo y error que generan conclusiones provisorias. El proceso de forjar una teoría que reúna la explicación de una serie de casos se está llevando hoy en día, desde luego, como siempre. Quise ilustrar este desarrollo con casos del presente. A veces se tiene la idea de que la ciencia es algo así como un paquetito que viene cerrado y en realidad es efecto de discusión, de reformulación y de búsqueda. Lo que uno ve es el camino que triunfó, pero no ve las ramificaciones que se perdieron en el camino. En el imaginario social la ciencia ocurre en el laboratorio y en manos de seres despeinados y de anteojos. Por eso me parece muy interesante lo que se está haciendo desde Tecnópolis TV, donde se ven a científicos que parecen seres humanos interesantes, con excelente capacidad de comunicación.
–La tecnología y el uso de los derechos o la piratería es uno de los ejes del libro.
–El mundo digital está reorganizando a la sociedad, cambiando la forma de gestión y, tal vez, de distribución del poder, pero es muy difícil saberlo de antemano. Lo interesante no es que haya salido el nuevo smart phone, sino lo que está pasando con las comunicaciones instantáneas y cómo afectan las relaciones sociales, las relaciones de poder. 
–El libro muestra una opción libertaria del uso de las fuentes.
–Es un tema muy complejo por la cantidad de cosas que están ocurriendo justamente en este momento, y uno como periodista, como cronista del presente, corre el riesgo de escribir cosas que inmediatamente quedan obsoletas. Pero me pregunto por lo importante, ¿cuál sería la propuesta superadora entre piratería y uso libre en Internet? Yo creo que es toda la apuesta por Creative Commons y licencias libres. La idea es publicar con licencias que permitan el libre flujo de información. Que el otro, cuando deba hacer algo, no tenga que arrancar de cero. Si el (Hospital) Garrahan contrata un sistema de software para ordenar ciertos datos, que utilice una licencia libre para que ese sistema pueda ser usado por otras instituciones públicas. Es la misma lógica de Newton que decía que para mirar más lejos se subía a los hombros de gigantes como Galileo, a Kepler, para armar la Ley de la Gravitación Universal. Por último, fijate que se habla mucho de "robo" en piratería. En el robo, si yo te robo algo, eso significa que te dejo sin eso que te robo. Si yo te robo una idea, a vos esa idea no te va a faltar, la podés seguir usando. Esa lógica de la privatización del conocimiento hubiera llevado a que se enriquezca quien inventó el arado, pero el resto de la humanidad hubiera seguido en condiciones lamentables.
–Sé que das el ejemplo, con la novela que escribiste…
–Y que está con licencia de Creative Commons, se llama Desde la revolución, se consigue en papel pero se puede descargar en el site <www.desdelarevolución.com.ar>. «
 
 

martes, 11 de diciembre de 2012

Síndrome de West

“26 enchufes mantenían con vida a mi hijo”

Fernando padece síndrome de West, una de las 7.000 enfermedades raras


Pilar tiene tres hijos. Los dos mayores nacieron sanos, pero Fernando, el pequeño, no. Hoy tiene cuatro años y padece síndrome de West, una enfermedad rara de las 7.000 catalogadas por la  Organización Mundial de la Salud. Esta patología afecta a uno de entre 4.000 a 6.000 recién nacidos, y se caracteriza porque los niños tienen retraso psicomotor grave y ataques epilépticos.
"Todo surgió el 18 de mayo, el día de mi aniversario", comenta Pilar. "Fue cuando el niño tuvo su primera convulsión". Mientras relata estos hechos se sienta en el suelo, como los indios —es su postura habitual para poder estar con su hijo—, pero antes le ha pedido al fotógrafo que, por favor, se quite las botas. "Fer se mueve reptando por el suelo, y procuramos que esté lo más limpio posible".
Todos los días esta madre mide cuántos metros ha recorrido el pequeño deslizándose por el apartamento en el que viven. "Así sabemos cuánto ejercicio ha hecho, algo que le viene muy bien para su movilidad".
Los niños con síndrome de West sufren retraso psicomotor y ataques epilépticos
Fernando nació "con una dermatitis bestial", comenta Pilar. Asustada le llevó al hospital madrileño de San Rafael donde le proporcionaron corticoides para reducir la inflamación de la piel. "Creo que esto le debilitó las defensas y por eso contrajo la meningitis", relata la madre con la voz entrecortada. "Solo tenía cinco meses y medio", se lamenta mientras se retira un mechón de pelo de la cara.
El niño estuvo una semana hospitalizado en el centro. "Parecía algo recuperado a pesar de seguir con fiebre, así que los médicos nos mandaron a casa". Con el paso de los días, la temperatura no remitía. "Entonces comenzó nuestra peregrinación hospitalaria", dice Pilar. "Fernando empezó a vomitar sin razón aparente". Presa del pánico volvió al hospital. Allí, el pequeño iba a ser sometido a una punción lumbar. "En ese momento lo supe. Sabía que mi hijo no tenía vuelta atrás".
Los pronósticos de esta madre se cumplieron a las pocas horas. Fernando había tenido un infarto cerebral. "Me dijeron que el 75% de la cabeza de mi hijo estaba afectada y apenas tenía probabilidad de sobrevivir". Así que Pilar y su marido decidieron bautizar al pequeño en la capilla del hospital antes de que falleciera.
Tuve que elegir: o los espasmos, o que se quedara ciego”, dice la madre
Pasaron los días y Fernando seguía en estado crítico en la UCI —donde sufrió dos ataques epilépticos—; luego le trasladaron a planta. "Era insufrible. Las pruebas se sucedían una tras otra. Bajarle de donde estaba era peligroso porque en cualquier momento le podía dar una crisis". "Un día me puse a contar y eran 26 los enchufes que mantenían con vida a mi hijo", relata con los ojos humedecidos y voz de angustia.
A pesar de que todo apuntaba a que Fernando no “iba a seguir adelante”, salió nueve meses más tarde del San Rafael. "Sabíamos que el niño tendría una lesión cerebral de por vida, que su parte izquierda había quedado inmóvil, pero al menos seguía con nosotros". De nuevo la mala suerte se volvió a cruzar en la vida de este niño. "Le estaba bañando, todo iba bien cuando comenzó a hacer gestos bruscos con el brazo izquierdo, precisamente el lado al que le afectó el infarto cerebral". Angustiada, Pilar volvió a la que había sido su segunda casa el último año, al hospital. "Cuando llegué le dije al médico: 'Mi hijo acaba de tener un ataque típico del síndrome de West'. Me miró sorprendido y me dijo: 'Señora, ¿sabe usted al menos que es eso?". Coincidencias de la vida, cuando Pilar estaba embarazada de Fernando, la invitaron a un congreso organizado por la Fundación de Síndrome de West en España. Entidad a la que hoy pertenece su hijo. "Cosas del destino, supongo", comenta alzando los hombros.
A partir de aquí empezaron a ir y venir diferentes medicamentos, "había que dar con el que más se ajustaba a Fernando". El Sabrilex fue la solución, pero surgieron dos problemas. El primero fue que este medicamento afectaría al campo visual del niño, llevándole casi seguro a la ceguera, pero reduciría sus crisis. "Era elegir: o ciego, o menos ataques. Fue el momento más duro de mi vida, porque la salud de mi hijo dependía de mi decisión". Pilar optó por lo segundo. El otro problema es que los médicos descubrieron que el niño era alérgico a las almendras, uno de los ingredientes del medicamento, y en España no se comercializaba este fármaco sin este fruto. Solo lo vendían en Francia. "Pedimos ayuda a la Administración, pero no dejaban de ponernos trabas así que acudimos a los amigos". "Cada vez que iban a los Alpes traían un cargamento de Sabrilex sin almendra, luego encontramos una farmacia en Andorra y fue más fácil, pero cuesta un dineral cada envió", comenta Pilar. Mantener a Fernando cuesta a esta familia más de 800 euros al mes. El niño necesita, además de sus medicinas, prótesis a medida, tronas, asientos adaptados, una camilla para su gimnasia diaria y gafas especiales.
A pesar de todo este historial médico, Fernando es un niño aparentemente feliz. Disfruta mucho con las actividades extraescolares, pero sobre todo de la piscina. "Y le vuelve loco ir los fines de semana a montar a caballo al campo".