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jueves, 30 de mayo de 2013

Cambios en Science

La primera vez de Science

Por primera vez en su historia de más de un siglo, una mujer dirigirá la revista científica Science, fundada en 1880 con el apoyo nada menos que de Thomas Edison y Alexander Graham Bell. Marcia McNutt, ex directora del Servicio Geológico y de la Unión Geofísica de los Estados Unidos, sucederá a Bruce Alberts, que estuvo no hace mucho en la Argentina. Science, sin duda una de las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo, fue fundada por... un periodista, John Michels.

Una señal de alerta

Acaba de publicarse la tercera edición del ranking SIR Iberoamericano ( http://www.scimagoir.com ), que analiza la actividad científica de las instituciones de educación superior de la región durante el quinquenio 2007-2011. Registra más de 1600 instituciones, entre las cuales 1420 son latinoamericanas y 97 argentinas. De estas últimas, 38 son universidades públicas y el resto, institutos universitarios y universidades privadas.
Entre otras conclusiones, explica una de los autores, la doctora Sandra Miguel, de la Universidad de La Plata, surge que en la Argentina las universidades públicas aglutinan el 94% de la producción científica, mientras las privadas tienen en general muy poca producción. Desde la edición anterior, el país tuvo un crecimiento de su producción científica con visibilidad internacional. Sin embargo, tiene menos instituciones entre las más productivas de la región. Mientras en la edición anterior había 15, en ésta hay 10. Aunque las razones pueden ser varias, no deja de ser una señal de alerta.

Repunte en la ciencia: Diez años

Diez años de repunte científico


 Por Ignacio Jawtuschenko

Los ciclos en los que reverdeció la ciencia en nuestro país coinciden con momentos históricos regidos por un paradigma de desarrollo. A partir del 25 de mayo de 2003, hace hoy diez años, se pudo demostrar que para contar con más y mejor ciencia y tecnología argentina, había que tomar decisiones ciento por ciento políticas, que la ciencia –inseparable de la política– es uno de los instrumentos de poder para producir cambios sociales, y que el nivel de producción de conocimientos es uno de los indicadores que distingue a los países ricos de los pobres, después de décadas en las que la política liberal estaba desinteresada del quehacer científico y escasos recursos del Estado la financiaban.
Hoy cada vez más investigadores locales publican en revistas prestigiosas y un plan estratégico nacional orienta la actividad a partir del diagnóstico de necesidades, vacancias y prioridades, determinadas por decisiones que se toman en el interior de instituciones y organismos, casi siempre todavía desconocidos para la mayoría de la sociedad.
Durante estos diez años se inició la repatriación de científicos y se frenó la fuga de cerebros, se federalizó la actividad para atender a las demandas locales, se mejoraron los salarios, se incrementó el presupuesto y se sacó a la ciencia del coma profundo en el que la había dejado Domingo Cavallo. Recordemos, los científicos durante el menemismo representaban un gasto inútil, y había que mandarlos a “lavar los platos”. Además de intentar privatizar los organismos científicos, en los años ’90 el Estado argentino pagó fortunas en retiros voluntarios a investigadores que se llevaron consigo conocimientos que no pudieron ser recuperados. Si bien el ataque no fue sanguinario como con el golpe cívico-militar de 1976, el ajuste neoliberal y el pensamiento mágico de los años ’90 fueron una guillotina para desa-rrollar una política científica independiente.

A partir de 2003 comenzó la desmenemización, revirtiendo décadas de exclusión educativa, bajo nivel de inversión en ciencia, escasos recursos humanos y un sistema nacional de innovación débil y poco articulado, que estimulaba la fuga de científicos. Desde 2003, la materia gris es valorada en la Argentina, y cada año, por ejemplo, se incorporan al Conicet 500 investigadores y 1500 becarios. El Conicet tiene ahora unos 18 mil integrantes, entre los que hay 6500 investigadores (en 2003 eran 3800) y más de 8500 becarios. Con esto, el paisaje en los centros de investigación de todo el país cambió y están repletos de jóvenes que garantizan el trasvasamiento generacional.

Regreso de científicos

Si bien últimamente está vinculado con la crisis que azota a los países centrales, el regreso de más de 880 científicos al país desde 2004 es una señal de estos tiempos.
No hay cifras oficiales, pero se estima que, en el exterior, hay entre 4000 y 5000 científicos argentinos. Para cualquier política de ciencia, los recursos humanos son fundamentales. Por ello en 2008 la repatriación de científicos fue declarada política de Estado. Fenómenos como la fuga de cerebros y la pérdida de talentos afectan a los países periféricos, y la Argentina fue uno de los países de América latina que más investigadores aportó a las naciones desarrolladas.
Cabe recordar que en pleno gobierno militar de Juan Carlos Onganía, en la llamada Noche de los Bastones Largos de septiembre de 1966, 1300 técnicos y científicos se fueron del país y más de 6000 abandonaron la UBA. La universidad era considerada “un nido de subversivos”. Durante la última dictadura genocida, por lo menos 3000 profesores, personal administrativo y estudiantes fueron expulsados de las universidades por razones políticas. En el Conicet se cesanteó a casi un centenar de investigadores. Las noticias sobre científicos desaparecidos circulaban profusamente en periódicos y revistas científicas del mundo.

Innovación con inclusión

En estos diez años aumentó un 68 por ciento el egreso de las universidades, lo cual equivale a inclusión y movilidad social ascendente. El caso de la Universidad Nacional de La Matanza es ejemplar: el 90 por ciento de sus 46 mil alumnos son la primera generación de universitarios de sus familias.
También se concretaron las más importantes obras de infraestructura en los últimos 50 años. Se construyeron 91 mil metros cuadrados de los 120 mil que se necesitaban en materia de infraestructura científica. El Programa de Desarrollo de la Infraestructura Universitaria, orientado a financiar el desarrollo de la infraestructura física universitaria, ha financiado 206 obras (terminadas y en ejecución) por un total de 748,7 millones de pesos en el período 2005/2012, y el Plan Federal de Infraestructura del Ministerio de Ciencia, en marcha a partir de 2008, ha atendido cincuenta obras de institutos de investigación, con ejecución en dos etapas. En la primera se financiaron obras por 319,1 millones de pesos y la segunda prevé 402 millones de inversión.
La inversión pública en innovación y desarrollo (I+D) alcanza el 0,62 por ciento del PIB, pero, a pesar del ejemplo que viene dando el Estado, es escasa la inversión privada. La diferencia está en la cultura empresaria y la matriz productiva. En Japón, donde toda empresa es sinónimo de innovación y tecnología, la inversión privada en I+D cuadruplica la pública, y supera el 2,5 por ciento del PIB.

La ciencia y la tecnología nunca existen en el vacío. Se desenvuelven e interaccionan con un contexto político, económico, social y cultural definido. Por eso la ciencia no puede ser neutral.
La maquinaria científico-tecnológica está alineada tras un proyecto de industrialización y su impulso requiere de planificación económica. En el mundo de hoy no hay lugar para paradigmas de ciencia aislada de lo productivo. La riqueza de las naciones depende y dependerá cada vez más de su capacidad de crear y utilizar conocimiento.
Es por eso que en pocos años la Argentina pasó de mandar a los científicos a lavar los platos a sentarlos a la mesa de la toma de decisiones. La creación del Ministerio de Ciencia, la megamuestra Tecnópolis, la señal Tec TV, como parte de la celebración del Bicentenario, es un mensaje claro: el conocimiento tiene que ir del laboratorio al parque industrial y no del tubo de ensayo a un estante en la biblioteca.
Un área en la que se lleva adelante esta revolución pacífica, silenciosa y contundente es en el área nuclear. La CNEA, que fue casi destruida por los gobiernos anteriores, fue puesta de pie. Hoy en día se está construyendo el primer reactor nuclear de diseño ciento por ciento argentino, el Carem; se está volviendo a enriquecer uranio en Pilcaniyeu, y en general se han puesto en marcha todos los sectores estratégicos nucleares que permiten pensar que en algún momento podamos ser considerados líderes en exportación de tecnología nuclear.
Algo que ocurrió en el año 2005. La exportación “llave en mano” más grande de la historia de la Argentina fue el reactor que Invap vendió a Australia, el Opal, construido para la Ansto, Agencia de Ciencia y Tecnología Nuclear de Australia. Una operación de ese tipo, sostenida con el trabajo de cientos de personas calificadas, ubica al país entre los líderes en el desarrollo de alta tecnología, y tiene un efecto derrame en cuanto a la confianza del país como proveedor de tecnologías.

Logros

En diez años se desarrollaron semillas que soportan sequías. Se finalizó la construcción de la Central Nuclear Atucha II, se clonaron especies amenazadas de extinción. Se puso en marcha la primera planta de Sudamérica que fabrica anticuerpos monoclonales. Se exportan radioisótopos, insumo clave para la medicina nuclear. La vaca Rosita produce leche maternizada; se desarrolló el Yogurito, un yogurt probiótico que incluye bacterias beneficiosas para los chicos. Se desarrolló el Bio Jet, un biocombustible para aviones. Desde el Observatorio Pierre Auger, en Mendoza, se avanzó en el estudio de los rayos cósmicos. Se inauguró el mayor laboratorio de bioseguridad de América latina preparado para investigar bacterias, virus y parásitos. Se fabricó el satélite SAC D que lleva un año en órbita. La empresa Arsat construye tres satélites de comunicaciones. Se exportó un reactor nuclear a Australia. Volvieron a funcionar los Astilleros de Río Santiago, fábrica de barcos nacionales; empresas argentinas desarrollaron micromáquinas y nanosensores. Se desarrolló un innovador método de fertilización no invasiva; grupos participan en proyectos de punta como el Colisionador de Hadrones (LHC). Se elaboró un cóctel para el retardo de crecimiento de tumores, entre otros tantos logros. Más que a méritos individuales, son avances que deben entenderse en el marco del fortalecimiento y jerarquización de la actividad científica.

Y después...

Todas las señales indican –como el plan Argentina Innovadora 2020– que se busca impulsar la innovación productiva e inclusiva, sobre la base de la expansión, el avance y el fortalecimiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Por ello es preciso profundizar las políticas transformadoras y comunicar a la sociedad la trascendencia de los avances de esta década, dado que la ciencia no puede avanzar si no se la acompaña con una debida conciencia de las mayorías.
Es decir, con la reconstrucción y articulación del sistema científico nacional en marcha, es tiempo de movilizar, ampliar los espacios para la discusión de las políticas científicas, incrementar la circulación pública del trabajo de los organismos científicos, ampliar los espacios de popularización, continuar acercando la ciencia a la sociedad, vinculando los avances de la ciencia con el desarrollo humano. Explicar que la ciencia no es solamente teoría básica, sino fruto de una política para resolver demandas sociales o estratégicas. El futuro se inventa.

sábado, 18 de mayo de 2013

Nanosatélite

Cuando los satélites alcancen


 Por Jorge Forno

Desde mediados del siglo XX, los satélites artificiales han sido símbolo de poder militar y científico y –para qué negarlo– fetiches tecnológicos de la Humanidad. Sin embargo, la existencia orbital de estos objetos creados por el hombre suele transcurrir discretamente al servicio de las telecomunicaciones, las actividades de defensa, las predicciones climáticas o como poderosas herramientas para la investigación científica. Tanto es así que en la actualidad –superado el brillo de lo novedoso– sólo gozan de una fugaz fama en ocasiones extraordinarias tales como la concreción de saltos tecnológicos significativos en el área aeroespacial o cuando suenan las alarmas frente a reingresos peligrosamente inesperados a la atmósfera terrestre.
Durante la Guerra Fría, los satélites eran ingredientes indispensables del dantesco juego geopolítico que libraban las superpotencias. Mientras la Unión Soviética y los Estados Unidos se jactaban de sus conquistas del espacio, la ficción hacía sus aportes a la popularización de los satélites. En 1958 –plena época de furor aeroespacial–, la película War of the Satellites narraba el uso de estos artefactos en un combate contra invasores extraterrestres. Según la trama del film, la guerra se desencadenaba porque unos alienígenas todopoderosos no soportaban la idea de que los humanos desafiaran su dominio del espacio exterior. El argumento de ficción pareció inspirar un plan pergeñado por el ex actor y luego presidente estadounidense, Ronald Reagan, en los años ’80. Reagan no pensaba en enfrentar alienígenas sino a sus muy terrestres enemigos soviéticos, a partir de la construcción de un escudo misilístico montado sobre satélites para fines bélicos que, si bien nunca se concretó en la práctica, puso en jaque todo el andamiaje defensivo de las potencias del momento. Y para algunos analistas aportó su granito de arena a la caída de la Unión Soviética.

PONIENDOSE EN ORBITA

La Argentina había incursionado en la actividad aeroespacial desde mediados del siglo XX. El esfuerzo de los científicos y técnicos, sazonado con las políticas estatales activas que se aplicaron hasta mediados de los ’70, permitió lograr un proceso de aprendizaje tecnológico que dio lugar a un muy respetable desarrollo de cohetes y misiles.
Sin embargo, en materia de satélites, el primer artefacto con componentes criollos llegó recién a principios de los ’90. El satélite Lusat I fue concebido para mejorar las comunicaciones de los radioaficionados locales, que participaron de la iniciativa y apostaron fuerte al éxito del desarrollo. Si bien el Lusat I no era totalmente argentino, en general se lo reconoce como el primer satélite con componentes nacionales. Y alimentó el orgullo de sus creadores no sólo por eso sino porque continuó sorprendentemente activo mucho más allá de su tiempo de vida útil planificado.
En 1996 llegó el turno del Víctor I, también conocido como Musat, un satélite experimental integralmente argentino que fue cabal heredero de los programas de desarrollo de cohetes que los científicos y técnicos locales llevaron a buen puerto en las décadas anteriores. El Víctor I fue puesto exitosamente en órbita gracias a los servicios de un vector ruso.
En los años siguientes, tanto los satélites argentinos de la serie SAC (Satélites de Aplicaciones Científicas), el Pehuensat (construido por la Universidad Nacional del Comahue) o los más modernos desarrollos de Invap apuntaron no sólo a su uso científico y tecnológico sino que también tenían un propósito estratégico. Se buscaba ocupar efectivamente la porción orbital asignada a la Argentina por los convenios internacionales.

LO PEQUEÑO ES HERMOSO

A medida que la carrera espacial se profundizaba con ingredientes militares y políticos, los satélites fueron evolucionando en complejidad, peso y tamaño. Tanto es así que el segundo satélite artificial puesto en órbita por los soviéticos sextuplicaba el peso del Sputnik I –el primer artefacto de este tipo en la historia de la Humanidad– y también le ganaba con holgura en tamaño. Para satélites más grandes y pesados había que contar con cohetes que tuvieran cada vez más potencia de empuje y una gran fortaleza en su estructura para colocarlos en órbita. También eran necesarios más y más recursos para afrontar los costos y las necesidades tecnológicas del momento.
Pero en las últimas décadas soplaron vientos de cambio para esta tendencia. Hacia el final de la Guerra Fría, y con la puesta en marcha de programas espaciales más o menos cooperativos, la tecnología satelital salió de la encerrona que significaba el hermetismo de las estrategias geopolíticas. Además, de la mano de la informática y la miniaturización de los componentes electrónicos, se crearon satélites mucho más pequeños y versátiles, de bajo costo y con menores requerimientos para ser puestos en órbita. Estos satélites pueden ser lanzados en forma individual o grupal a pedido de uno o más interesados, y orbitar conformando agrupaciones conocidas como enjambres o constelaciones que les permiten interaccionar entre sí.
El término nanosatélite apareció hace dos décadas, asociado a una clasificación internacional de los satélites sustentada en algunas características como su peso y su potencia. Hoy en día, el concepto se amplió y hablar de nanosatélites es hablar de una amplia gama de artefactos pequeños y baratos, pero no por ello menos funcionales. Para tener una idea, la misión internacional de la que forma parte el satélite argentino SAC-D –un satélite hecho y derecho en términos convencionales– tiene un costo de unos 400 millones de dólares, incluido el vehículo y el equipamiento. Un nanosatélite, en cambio, requiere de cifras bastante menores, con montos que rondan los 60 mil dólares, una vez dominado el proceso de producción.

LO QUE VENDRA

Es mucho lo que se espera de los nanosatélites. Detección de vida extraterrestre, predicción de terremotos, producción de medicamentos en el espacio y las más sofisticadas formas de espionaje, son algunos de los asuntos en los que distintos grupos de interés depositan sus expectativas frente a estas pequeñas maravillas tecnológicas.
Si todo va bien, en un futuro no muy lejano estas tecnologías serán aun más accesibles. De ese modo, institutos tecnológicos, universidades y emprendedores podrán cumplir el sueño del satélite propio, y así la tecnología aeroespacial dejará de estar fabricada y controlada por unos pocos.
No todas son buenas noticias. Uno de los riesgos más palpables que aparecen en el horizonte es que estos artefactos incrementen significativamente la cantidad de chatarra espacial al final de su vida útil. Para ello se han ideado mecanismos que los hagan retornar de manera programada a nuestro planeta, y que en un inexorable viaje final produzcan su de-sintegración por el rozamiento con la atmósfera. En opinión de algunos expertos, las regulaciones internacionales deberían exigir que estos mecanismos estén estandarizados y sean obligatorios para todos los nanosatélites que se coloquen en órbita.
Siguiendo con el tema de la basura espacial, existen también desarrollos experimentales de nanosatélites programados para guiar hacia el espacio exterior a sus hermanos más grandes y así ayudarlos a terminar sus días lejos de la órbita terrestre. De esta forma se evitarían colisiones orbitales y se reducirían los riesgos de daños ambientales y materiales que surgen cuando, luego de sus días de gloria, los viejos satélites reingresan a la atmósfera terrestre fuera de control.

NOS SOBRAN LOS MOTIVOS

La Argentina busca reverdecer viejos y bien ganados laureles en estos desarrollos tecnológicos de punta, luego de exitosas experiencias que en su mayoría fueron abortadas por las erráticas políticas del pasado. Invap, la empresa tecnológica estatal de la provincia de Río Negro, supo sobrevivir a los tiempos difíciles y juega desde hace años en las grandes ligas de la industria satelital.
El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y la empresa rionegrina brindaron un fuerte apoyo a un grupo de emprendedores que encaró la tarea de construir un nanosatélite argentino. El proyecto requirió una inversión de unos 6 millones de dólares que ayudaron para poner en marcha la empresa Satellogic. Tres profesionales formados en el país –Emiliano Kargieman, Gerardo Richarte y Eduardo Ibáñez– lideraron el equipo de trabajo que dedicó sus esfuerzos a construir el Cube Bug-1, un nanosatélite experimental rebautizado, en honor a Spinetta, como el Capitán Beto y que fue puesto en órbita desde China en abril de 2013.
El satélite es monitoreado a distancia desde Bariloche, en lo que hace a parámetros vinculados con su órbita, posición y estabilidad. Toda la información recolectada será analizada y tenida en cuenta a la hora de diseñar las futuras camadas de nanosatélites nacionales. Para acompañar al Capitán Beto pronto llegará Manolito, otro satélite nacional producido por Satellogic, con un nombre que nos remite a Mafalda, la genial historieta de Quino.
Componentes habituales de computadoras y celulares fueron adaptados para construir este pequeño gigante, que además cuenta con una plataforma de software libre y abierto. Todas estas características vienen de perillas para explorar la innovación, el aprendizaje y el desarrollo de esta prometedora tecnología.
Fabricar nanosatélites en la Argentina a través de una plataforma experimental de carácter abierto y modular no sólo permite formar profesionales y técnicos sino que, además, aporta a la generación de tecnologías estratégicas de factura criolla. Hacerlo con responsabilidad social y ambiental, y definiendo metas claras a corto, mediano y largo plazo, será la frutilla del postre para llevar a buen puerto este formidable desafío.

martes, 14 de mayo de 2013

Doble mastectomía

Angelina Jolie se somete a una doble mastectomía

La actriz decide operarse para reducir las altas probabilidades de desarrollar cáncer de pecho

Los médicos aconsejaron la cirugía debido a una herencia genética que aumenta el riesgo

Angelina Jollie el pasado 11 de abril
La actriz estadounidense Angelina Jolie ha anunciado que se ha sometido a una doble mastectomía con el fin de reducir las posibilidades de desarrollar un cáncer, debido a sus antecedentes familiares. La actriz ha dado a conocer su decisión en una carta publicada en el diario The New York Times, donde ha explicado que es portadora del gen BRCA1, que aumenta  dramáticamente el riesgo de desarrollar cáncer de mamas y de ovarios en las mujeres que lo poseen.
"Mis doctores estimaban que tenía un 87% de riesgo de contraer cáncer de mama y un 50% de padecer cáncer de ovarios, aunque los porcentajes varían de una mujer a otra", ha escrito la actriz. "Cuando supe que esta era mi realidad, decidí actuar de forma proactiva y minimizar el riesgo lo más que pudiera. Tomé la decisión preventiva de someterme a una doble mastectomía". Tras la operación, los médicos han reducido las probabilidades de la actriz de desarrollar estas enfermedades hasta un 5%.
Portada de la revista 'W', en que Angelina Jolie aparece amamantando a uno de sus hijos. / CORDON PRESS
En la misiva, Jolie, de 37 años ha explicado que entró en el quirófano motivada por el miedo a padecer la misma enfermedad que mató a su madre, la productora y actriz Marcheline Bertrand, en 2007 a la edad de 56 años, a pesar que el de su madre era un cáncer ovárico.
“Al enterarme de mi situación, decidí someterme a nueve semanas de completa cirugía”, ha manifestado la actriz. El proceso comenzó en febrero y se completó a finales de abril, en el Pink Lotus Breast Center, de California. El tratamiento incluyó las dos adenomastectomías y una reconstrucción de pecho.
Según explican los especialistas, no se trata de la misma operación a la que se someten las mujeres que padecen cáncer de pecho, ya que no se extirpa la glándula mamaria por completo. Se respeta, por ejemplo, el pezón y los conductos que lo irrigan: una vena y una arteria, que pasan por el medio de la mama. De ahí que quede un 5% de posibilidades de desarrollar la enfermedad; nada comparado con el 87%.
Ya puedo decirles a mis hijos que no deben temer: no perderán a su madre a causa de un cáncer de mama".
Angelina Jolie
"Quise escribir esto para contarle a las demás mujeres que la decisión de pasar por una mastectomía no es fácil", explica en su carta abierta la actriz. "Pero estoy muy feliz de haberla tomado". En la misma misiva, titulada My Medical Choice (Mi decisión médica), Jolie también agradece el apoyo de su compañero, el actor Brad Pitt, y asegura que espera que esta decisión que ha hecho pública sirva de ejemplo para que más personas apliquen las mismas medidas preventivas que ella, pese a las dificultades físicas que suponen.
“Me siento fortalecida por la difícil decisión que he tomado, pero en ningún caso se ve disminuida mi feminidad”, asegura. “Para todas las mujeres que lean esto, solo espero que las ayude a conocer sus opciones”, añade. "Ya puedo decirle a mis niños que no deben temer: No me perderán por un cáncer de mama", concluye la artista, que tiene tres hijos biológicos -a quienes dio de mamar- y tres adoptados.

jueves, 9 de mayo de 2013

LINGUÍSTICA

La lengua ancestral de los eurasiáticos

Los lingüistas se inspiran en la genética para sondear la evolución del habla durante 15.000 años

El idioma común también estaría en el origen del vasco y del chino, según los expertos

"Torre de Babel" (1594), de Lucas van Volkenborth.
Los lingüistas están siguiendo estrechamente los pasos de sus colegas los biólogos evolutivos para reconstruir el pasado del lenguaje humano, la forma en que una hipotética habla ancestral fue ramificándose de manera incesante hasta producir la babel actual de 5.000 idiomas irreconciliables. Investigadores británicos y neozelandeses han hallado ahora sólidas evidencias de que todas las lenguas habladas actualmente en Europa y Asia, desde Lisboa a Pekín, provienen de una sola que se habló en el Mediterráneo hace unos 15.000 años, cuando la última glaciación empezó a remitir y las nuevas tierras emergidas del hielo perpetuo comenzaron a trazar las sendas que conectaron el gigantesco continente entero.
La primera teoría evolutiva, de hecho, precedió a Darwin en tres cuartos de siglo y no se refería a las especies biológicas, sino a los lenguajes. La formuló el jurista británico sir William Jones en 1787, en un discurso pronunciado ante la Sociedad Asiática de Bengala, y proponía que el sánscrito, el griego, el latín, el gótico, el persa y el celta provenían de un tronco común por divergencias sucesivas; nació así lo que hoy llamamos la familia lingüística indoeuropea, que seguramente hunde sus raíces en los primitivos asentamientos neolíticos que inventaron la agricultura en Oriente Próximo hace unos 10.000 años. La lengua eurasiática recién propuesta sería aún más antigua, de hace unos 15.000 años, y extendería su abrazo a lenguas no indoeuropeas como el chino o el vasco.
Al igual que los evolucionistas reconstruyen el pasado de las especies comparando genes de las especies actuales, Mar Pagel, Quentin Atkinson y sus colegas de las universidades de Reading (Reino Unido) y Auckland (Nueva Zelanda) han descubierto el eurasiático ancestral comparando palabras de las que se hablan en todo el continente actualmente. Esto no es nuevo para la lingüística. El problema para las reconstrucciones de largo alcance es que, según el conocimiento recibido en lingüística, las palabras cambian demasiado deprisa como para dejar trazas de su ancestro común más allá de unos 5.000 años.
La mayor aportación del nuevo estudio, presentado en Proceedings of the Nacional Academy of Sciences, es haber mostrado que, aun cuando eso sea cierto para la inmensa mayoría de las palabras, hay unos cuantos términos mucho más refractarios al cambio. Estas palabras ultraconservadas –que también tienen su equivalente directo en las secuencias ultraconservadas de los genomas biológicos— incluyen los numerales (los nombres de los números) y otros ingredientes del ‘metabolismo central’ de la gramática del tipo de yo, tú, aquí, como, no, allí y qué.
Los investigadores también han conseguido unas reglas que les ayudarán a encontrar el conjunto de palabras ultraconservadas más útiles en estudios futuros de otras lenguas. Como norma general, las palabras que aparecen en el habla común con una frecuencia mayor del uno por mil tienen entre 7 y diez veces más probabilidades que las demás de aguantar intactas, o al menos reconocibles, durante 10.000 o 15.000 años.
“Nuestros resultados”, dicen Pagel y sus colegas, “indican una considerable fidelidad de transmisión para algunas palabras, y ofrecen una justificación teórica para investigar características del lenguaje que pueden preservarse por grandes lapsos de tiempo y extensiones geográficas”. Los científicos no solo han comprobado este principio en las lenguas indoeuropeas, sino también entre los hablantes de las familias uránicas, chino-tibetanas, altaicas, austronésicas y el sistema Níger-Congo.
Las secuencias genéticas más refractarias al cambio a lo largo de las eras geológicas representan a menudo ‘interfaces’ de una molécula (por ejemplo, cierta zona de una proteína) que interactúan con tantos ‘partners’ que cualquier ligero cambio en la secuencia causaría un auténtico desmoronamiento de un amplio número de sistemas biológicos. Las palabras más frecuentes en el habla parecen ser su equivalente lingüístico, lo que puede bastar para explicar su resistencia al cambio. Sea como fuere, los lingüistas ya disponen de un juego de ‘genes’ ultraconservados para analizar la noche de los tiempos.

viernes, 3 de mayo de 2013

El bloqueo de un gen reduce tumores

El bloqueo de un solo gen reduce la agresividad de los tumores

El hallazgo es el primer paso para posibles tratamientos de cánceres resistentes a otros fármacos 

Madrid

Microfotografía coloreada de células de cáncer de mama. / age fotostock
 
 
Un equipo de la Universidad Johns Hopkins ha descubierto un gen que actúa como un interruptor en los procesos tumorales. En concreto, estudiando células de cáncer de mama humano, han visto que tras su bloqueo el cultivo adquiere el aspecto de un tejido sano. Ello apunta a que un fármaco que actuara en este sentido podría ser una alternativa sobre todo en tumores que sean resistentes a los medicamentos hasta ahora en uso. El artículo lo publica PLOS.
El gen que ha sido objeto del estudio pertenece a una familia de amplias propiedades, los HMG (iniciales High Movility Group, grupo de elevada movilidad). Ya en el nombre indica  que tiene una relación con el crecimiento celular, cuyo descontrol es la causa de los cánceres.
"Este regulador maestro está normalmente desactivado en las células adultas", ha dicho Linda Resar, investigadora de la Johns Hopkins. "En cambio, está muy activa en el desarrollo embrionario y en las fases agresivas de todos los tumores que se han estudiado". "Nuestro trabajo muestra por primera vez que desactivando este gen en células de una forma agresiva de cáncer cambia extraordinariamente su apariencia y su comportamiento", ha añadido.
Trabajos anteriores de Resar habían ya intervenido sobre el gen HMG1 pero aplicados a la reprogramación de células madre. Esto es lógico visto su papel en la proliferación y especialización celular. De paso, el estudio pone de manifiesto, otra vez, la relación entre células madre y cáncer. Cuando las primeras se activan de manera inadecuada, aparecen los segundos.
El trabajo, realizado en cultivos celulares, puede ser de gran interés en casos para los que no hay tratamiento. Por ejemplo, en el estudio se utilizaron las células llamadas triple negativas, porque no tienen ninguno de los genes o receptores que caracterizan las formas más habituales de cáncer de mama. Esta falta de señales, como el gen HER2, hacen que sean más difíciles de abordar. Después de alterar las células para inhibir el HMG1 se implantaron en ratones, y se vio que no se propagaban. En cambio, los cultivos no manipulados causaban metástasis.
El siguiente paso, ha dicho Resar, es obvio: intentar desarrollar un tratamiento basado en este principio. Algo que, si funciona, puede llevar hasta una década.