PULSACION. blog

lunes, 30 de abril de 2012

¿Drogas?

¿Drogas? Hablemos

La comunidad internacional debate si ha fracasado la vía represiva vigente desde Nixon

Entre legalización y prohibición caben fórmulas

Jóvenes fuman marihuana en San Francisco. / ROBERT GALBRAITH (REUTERS)
Un español maneja con destreza una tarjeta de crédito para preparar una dosis de cocaína; la Policía mexicana halla 14 cadáveres en una furgoneta; tres toneladas de opio afgano atraviesan Rusia; una madre colombiana entra en una prisión estadounidense para pasar la próxima década entre rejas por tráfico de estupefacientes; un joven neoyorquino muere de sobredosis en una fiesta y un marroquí lo hace en una patera al estallar la carga de su estómago. La secuencia no es real, que se sepa, pero algo parecido sucede cada día en todo el mundo. Son las consecuencias desiguales de un mismo tema, el vil aleteo de la mariposa o la teoría del caos. Las respuestas del tráfico de drogas, el mayor mercado del mundo.
 Hace 40 años el presidente de Estados Unidos Richard Nixon se dirigió a la nación: “El enemigo público número uno de Estados Unidos es el abuso de las drogas (…) Declaro la guerra contra las drogas”. Estaba el entonces mandatario inmerso en el conflicto de Vietnam, una de las guerras más largas que se atribuyen a la superpotencia, pero aunque comúnmente olvidado, el frente que abrió Nixon en 1971 ha sobrevivido a todos sus sucesores. Hasta ahora, porque las cosas están empezando a cambiar.
Los primeros en hablar de fracaso en esta guerra fueron los expresidentes de Brasil, Colombia y México, Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo, respectivamente. En los últimos meses, políticos en activo como el actual mandatario de Guatemala, Otto Pérez, o el de Colombia, Juan Manuel Santos, han seguido sus pasos para demandar la apertura de un debate sobre el tema, haciendo uso de la legitimidad que les otorga liderar los países que sufren la cara más trágica de las consecuencias de una guerra que suma víctimas a diario (aunque al sur del Río Grande). Honduras, con 82,1 homicidios por cada 100.000 habitantes, seguido de El Salvador, encabezan la lista mundial por tasa de homicidios. México, inmerso desde hace seis años en la guerra contra el narcotráfico, suma ya casi 50.000 muertos y ha incrementado su tasa de homicidios desde 2005 en un 65%, según datos de la ONU.

Su legitimidad, unida a las cifras y los muertos, ha obligado al presidente de EE UU, Barack Obama, a mover ficha. El runrún que alentaba a un debate en el continente americano estalló el pasado 14 de abril. Como no podía ser de otra manera, de la voz de un sucesor de Nixon. “Somos conscientes de nuestra responsabilidad en este tema y creo que es completamente legítimo entablar una discusión sobre si las leyes que están ahora en vigor son leyes que quizá están causando más daños que beneficios en algunos campos”. Habló Obama y todos entendieron: ha llegado la hora de hablar de drogas. El tema ya está en la agenda.
El presidente de Guatemala ha sido el primero en pedir que acabe el veto
Sobre el incipiente debate que se abre, hay quienes defienden que la regulación de las drogas reduciría el tráfico y acabaría con un negocio que mueve 216.000 millones de euros anuales en todo el mundo, según la ONU; o 19.000 millones de euros solo en México durante 2009, según EE UU. Otros no ven cómo regular podría mejorar la seguridad. Entre ellos el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, que considera que cualquier paso hacia la legalización “podría convertir a Centroamérica en un paraíso del tráfico y consumo de droga”. Funes aboga por implementar la ayuda para mejorar el nivel de vida de su país y luchar contra la pobreza y la exclusión. El debate en el continente americano no ha hecho más que empezar.
Si hay una palabra que se relaciona con la discusión sobre las drogas es legalización. Nada genera más rechazo o apoyo que abogar por ello. El presidente de Guatemala, Otto Pérez, fue el primero en pronunciarse ante un micrófono, mostrándose a favor, y el mismo Obama empezó su alocución en la Cumbre de las Américas del mes pasado marcando su posición en contra: “Legalizar no es la respuesta”.

El líder de El Salvador teme que su país se convierta en un narcoparaíso
Amira Armenta, miembro del Transnational Institute, un think tank internacional fundado en Amsterdam, explica que “la gente le tiene miedo a la legalización porque, presentada así, asusta”. Sin embargo, achaca a Pérez más un deseo de llamar la atención que de apoyar la legalización real. “Fue una presentación sobre todo mediática. Otto no dice ‘hagamos eso’, lo que dice es ‘discutamos eso’. Entre la actual política y la legalización hay muchas opciones. Habría que considerar las más realistas y con menos riesgos, que son concretamente las que tienen que ver con la despenalización y la discriminalización del consumo, del comercio y la producción”, argumenta.
La deriva que tome el debate es una incógnita para todos, pero las personas consultadas para este reportaje creen que la clave está en Estados Unidos. Después de una espera de años, nadie imagina que el cambio se produzca enseguida. Es más, con el actual presidente estadounidense inmerso en la precampaña electoral todos dudan de que haya una respuesta inmediata. “Obama no puede hablar de este asunto ahora, pero en un segundo mandato el campo es distinto. Tengo serias dudas de que sea un entusiasta promotor [de la regulación], pero sí creo que, en el fondo, no está en contra”, dice el presidente del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas en México, Jorge Hernández.

EE UU cambia el trato legal de la marihuana pero no de otras sustancias
El experto estadounidense Peter Reuter considera que las drogas no son un tema de interés público para la sociedad estadounidense. “En las campañas presidenciales no se hablará nada de drogas”, augura este profesor de la Universidad de Maryland (EE UU), que sí pone el acento, sin embargo, en el cambio de actitud hacia la legalización de la marihuana, aunque “no hacia otras drogas”. A finales de 2010, California, uno de los 14 estados en los que la marihuana es legal para usos médicos, hizo un referéndum para decidir si se legalizaba el consumo y el cultivo. En una ajustada votación, un 56% de los electores votaron en contra y se rechazó la medida. Solo un año después, la encuesta Gallup aseguró que el 50% de los estadounidenses estarían a favor de la legalización de la marihuana. Hernández sostiene que si Obama llegara a apoyarla sería un buen punto de partida para el cambio de paradigma global respecto a todas las drogas.
El cannabis es, con mucho, la droga más consumida a nivel global. Entre 125 y 203 millones de personas de todo el mundo la consumieron en 2009, según datos de la ONU. Las cifras del consumo de todas las drogas se disparan hasta los 149 y 272 millones, lo que supone del 3,3% al 6,1% de la población de 15 a 64 años. “Es absurdo pensar que la demanda va a acabar aquí o allá, hay que aceptarla y trabajar en aras de la seguridad”, dice el presidente del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas en México.
Los cárteles derivan sus ganancias del cannabis a producir cocaína
Los especialistas hacen una clara diferenciación entre países productores y consumidores, para algunos lo que sirve para unos no sería bueno para los otros. Con el punto de partida marcado en la marihuana, valoran de forma desigual los beneficios reales que supondría la regulación para los países centroamericanos, que si bien no tienen un problema grave de consumo, sufren con la violencia la peor cara del tráfico de sustancias. “Al hablar de cambio de política se habla en realidad de legalización, regulación o despenalización de las drogas y, a pesar de que uno esté de acuerdo, la verdad es que no es un objetivo realista y a los países de producción y tráfico no nos serviría de mucho”, alerta el exguerrillero salvadoreño y experto en resolución de conflictos Joaquín Villalobos
Sin embargo, para el escritor mexicano Jorge Castañeda, que en “un mundo ideal defendería la liberalización total de todas las drogas”, que Obama regularizase la marihuana sí supondría un cambio importante, principalmente para México, gran exportador de cannabis al norte. “Los cárteles derivan parte de sus ganancias con la marihuana para extenderse y producir cocaína”, explica Castañeda. Eso no es suficiente para el politólogo mexicano especialista en temas de seguridad Alejandro Hope, que considera que en los países de América Latina los problemas de violencia y corrupción vinculados a las drogas “son un problema de cocaína”.

A la espera de ver qué votan los estadounidenses el próximo mes de noviembre, tímidos pasos del presidente Obama ya empiezan a materializar un incipiente cambio. Un nuevo enfoque y discurso. Nada más llegar de Cartagena de Indias (Colombia), donde pronunció sus palabras favorables al debate, el presidente de EE UU presentó un Plan Nacional de Drogas que por primera vez en 40 años ponía el objetivo en la prevención y el tratamiento de la drogadicción como una enfermedad más que en la acción policial. Solo unos meses antes, se conoció la rebaja de un 17% en 2013 respecto al año anterior en la inversión para la guerra global contra el tráfico de drogas, al pasar de 422 a 360 millones de euros.
El dinero estadounidense siempre ha financiado las guerras que libran los países centroamericanos contra las drogas. La más reciente, en México, comenzó con la Administración Bush y ha continuado con la de Obama. Tras seis años de guerra, desde la llegada al poder en México de Felipe Calderón, el consumo de drogas no ha caído y sobre el terreno, con el ejército desplegado en toda la República mexicana, el saldo humano se acerca ya a las 50.000 vidas. El presidente Calderón, de una manera más tímida que su homólogo colombiano, también es partidario de abrir el debate, aunque siempre se ha mostrado un acérrimo defensor del modelo prohibicionista. “Calderón es un cruzado antidrogas. Ahora es difícil que diga ‘mis muertos no sirvieron de nada, vamos a legalizar”, razona Castañeda.

Aunque para algunos expertos la política de Calderón ha sido un “rotundo fracaso” y una “carnicería”, que diría el escritor, Villalobos cree que “en algún sentido [la guerra en México] ha generado un sentido de urgencia para transformar la situación, hoy el estado tiene más capacidad que hace seis años, aunque eso no justifica que se haya hecho”. Así, defiende que el actual debate no se ha abierto por los últimos informes de la ONU o de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, como sí sostiene el experto colombiano Daniel Mejía, ni por las palabras de Otto Pérez o la mano tendida al diálogo del presidente Santos, sino por los “esfuerzos y sacrificios que México y Colombia han realizado para enfrentar al crimen organizado. Sin eso a EE UU y a muchos otros les seguiría sin importar el tema”. “Es falso que sea una alternativa al combate al crimen organizado. Lo progresista y avanzado en nuestro caso es que nos ocupemos de la construcción de Estado. Hay riesgo de que la demanda de legalización se convierta en un argumento para no hacer las reformas que se necesitan en seguridad y justicia en casi todos los países”, argumenta Villalobos.

La intervención militar es, por contra, para Hernández, una forma de “abdicación” del Gobierno y aboga por que “el Estado tome control de lo que está en manos del crimen”. Para el experto mexicano hablar de regulación “significa que, con o sin un marco prohibitivo, cada sociedad sea capaz de tener control del uso de las drogas legales o ilegales”. Habla de cambiar el uso de la fuerza por un enfoque social y preventivo. “El actual marco normativo supone que no existe ninguna otra forma de modelar la conducta de nuestra sociedad con respecto a sus prácticas, salvo la fuerza. Ha llegado la hora de ensayar nuevas cosas”, dice.
En esta línea, el profesor de la Universidad de Los Andes (Colombia) Daniel Mejía defiende la despenalización y la estrategia de poner el “énfasis en regular para quitarle los mercados al crimen organizado”. “El bloque centroamericano paga las consecuencias de la política de drogas que se impone. Esto no ha funcionado. ¿Por qué no pensar en un modelo para reducir los niveles de violencia?”, apoya Armenta desde Amsterdam.
Sin acuerdo sobre lo que está por llegar, sí hay consenso de que es ahora o nunca el momento de abrir un nuevo horizonte. El punto quizás más importante desde que Nixon declaró su guerra a las drogas. El inicio de algo que, como casi todo, empieza por una frase tan simple y a la vez tan difícil: “Hemos fracasado. Hablemos”.

domingo, 29 de abril de 2012

INTERNET

Por favor, ¿podrían #dejarmedesconectar?

Con el avance de Internet se multiplican las voces que alertan sobre efectos nocivos en el cerebro En el bando opuesto, algunos expertos denuncian tecnofobia y hostilidad al progreso

La vida laboral complica la intención de quien quiere desconectar. / Samuel Sánchez
El mundo de los gurús de Internet empieza a parecerse al de los profetas de la dietética, que el lunes aconsejan no probar jamás el aceite de oliva y el sábado beber una garrafa diaria para llegar a los 100 años. La trayectoria de Sherry Turkle representa estos volantazos. Fue una de las grandes visionarias de las redes sociales y hoy recomienda alejarse de las pantallas. Lo único que no ha cambiado es que, emita una opinión o la contraria, siempre es recibida con vítores. Para eso es toda una gurú.
 En los años noventa, Turkle, psicóloga del Massachusetts Institute of Technology, defendía los juegos online y los chats porque permitían romper el aislamiento, probar roles y conocer a gente con intereses comunes. Ahora, en una reciente entrevista con este diario, proponía enfriar nuestras relaciones con las tecnologías de la comunicación para evitar distorsiones afectivas. “Nos sentimos solos, pero nos asusta la intimidad”, razonaba. “Estamos conectados constantemente. Nos da la sensación de estar en compañía sin tener que someternos a las exigencias de la amistad, pero lo cierto es que pese a nuestro miedo a estar solos, sobre todo alimentamos relaciones que podemos controlar, las digitales”.
Lo que explica el cambio de parecer es que Turkle esperaba que las habilidades adquiridas en la web se aplicaran en la calle; y sin embargo, a su entender, la gente que hace 15 años vivía encerrada continúa psicológicamente enclaustrada, mientras que quienes tenían relaciones normales viven crecientemente encadenados a un smartphone. Turkle opina que la hiperconexión supone sumergirse en una ficción distorsionadora: sus devotos no solo creen que están acompañados mientras van aislándose, sino que, además, cuando piensan que producen, lo que hacen es perder el tiempo con tuits y emails prescindibles. Ahora, a la psicóloga no se le caen los anillos al plantear que en su primer diagnóstico pecó de optimismo: “Me equivoqué”, dice. Reconocerlo está muy bien (lo hacen hasta los reyes), pero plantea un debate sobre la finura de su nueva teoría. ¿La conexión total aporta más de lo que nos quita?

La pregunta se lleva repitiendo con diferentes matices en los últimos años. ¿Google nos hace estúpidos?, se interrogó Nicholas Carr en 2008, lanzando por primera vez el debate de forma seria. En concreto, lo que Carr planteaba es que con el uso de Internet dejamos de entrenar ciertas facultades (concentración, retentiva) para convertirnos en multitareas de tendencias superficiales. Le respondió Nick Bilton (además de tecnogurú, el diseñador arrepentido de la primera muñeca de Britney Spears) con su libro Vivo en el futuro y esto es lo que veo. Y lo que Bilton ve es un campo fértil para nuestros cerebros, además de que a lo largo de la Historia han abundado las reacciones hostiles al cambio tecnológico. Para ilustrarlo, dirige a la portada de The New York Times, donde trabaja, correspondiente al día de la invención del teléfono, cuando el periódico anunció que ya nadie volvería a salir de su casa.
Cuando se inventó el teléfono se pensó que nadie saldría más de casa
Así planteada, esta parece una nueva entrega de la eterna disputa entre innovadores y tradicionalistas, luditas y futuristas, los apocalípticos y los integradores, en la terminología con la que Umberto Eco clasificaba a los intelectuales según su receptividad a los avances de la sociedad de masas. ¿Pero con qué evidencias cuenta cada bando para defender su postura?
Deric Bownds, profesor de Biología Molecular y Zoología al que varios de los gurús citados en este artículo fijan como referencia, explica por correo electrónico que aún no hay pruebas concluyentes de nada. “Parece muy improbable que el cerebro de un adulto cambie permanentemente por el uso de Internet”, asegura. Según Bownds, los cambios son reversibles “como el incremento del área del córtex asociada a los dedos cuando se estudia piano”. Sin embargo, respecto al cerebro en desarrollo de los niños es otro cantar: si antes de los 10 años son educados para adquirir ciertas habilidades, puede que las conexiones neuronales se organicen de una forma definitiva.
"Parece improbable que un cerebro adulto cambie por Internet", dice Bownds
Estos argumentos de nuevo dan pábulo a dos interpretaciones: la catastrofista y la optimista. La primera entiende que los posibles cambios en el cerebro de los nativos digitales contribuirán a diseñar un mundo de sociópatas hiperactivos; la segunda, que los cerebros de los niños sabrán amueblarse para que Internet no los vuelva oligofrénicos.

En el bando de los que exigen prudencia al usar Internet, Turkle se preocupa especialmente por los aspectos emocionales de la transformación, planteando que los usuarios extremos de la Red empiezan a recurrir a ella para experimentar sentimientos en lugar de para comunicarlos, y que desechan la complejidad de las relaciones para quedarse solo con las risas y lo superficial. Son muchos más los autores que ponen el acento en la pérdida intelectual que puede suponer el recurso incontrolable a la Red. Su discurso parte de la idea de que la atención es un recurso limitado. Según el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, el cerebro humano procesa 173.000 millones de bits de información en su vida, cuando una conversación genera ya 120 por segundo. Si lo llenas de porquería, se gripa. La multitarea es el otro hombre del saco: la consultora Linda Stone, que acuñó el concepto de apnea del email para describir la suspensión de la respiración motivada por la ansiedad que produce revisar el correo, mantiene que el 30% de los menores de 45 encuentra cada vez más difícil concentrarse. Sus estudios contemplan que cada trabajador en EE UU tiene ocho ventanas abiertas simultáneamente en la pantalla y saltan de una a otra cada 20 segundos. Reponerse de estas interrupciones conlleva un tercio de la jornada laboral. Está de acuerdo con ella David Meyer, que investiga cómo se malgastan recursos al hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Meyer asegura que “el mundo vive una crisis de atención que va a peor”. Para él se trata de “una plaga cognitiva que tiene el potencial de borrar la concentración y el pensamiento productivo de una generación”.
Los cazatendencias creen que desertar de Uwitter será tendencia

Una de las soluciones más populares planteadas para taponar esta filtración de recursos personales y colectivos la plantea Clay Johnson, no solo una figura influyente en Internet, sino también en la Casa Blanca en su papel de asesor en asuntos como la transparencia gubernamental en la Red. Johnson promueve una vida informativa más centrada abandonando la información basura. La iniciativa pasa por la disciplina y también por trillar entre las fuentes interesantes y las fútiles (mediante el uso de software pero, sobre todo, de sentido crítico y disciplina).
Johnson cuenta con que parte del esfuerzo tiene que ser compartido, como ocurre con cualquier adicción o hábito nocivo. Así, dentro de lo razonable, conviene que los allegados también se alejen del mal para no recaer. Sin embargo, cada día resulta más difícil establecer un cordón sanitario: la tecnología ha invadido demasiados ámbitos. Si alguien no entra en Facebook no se entera de los cumpleaños de sus amigos, si no está en Twitter ignora de qué hablan, y si no usa la aplicación de mensajería Whatsapp ya nadie lo contacta. Con la vida laboral la cosa se complica aún más, poniendo de relieve que lo que es bueno para el trabajo no siempre lo es para el trabajador. Por eso, si los colegas envían constantemente emails, dejar de leerlos para sentirse más sano informativamente puede significar el suicidio profesional.
Jonah Lehrer es un defensor de dejar espacio a la cabeza para que divague
Alguien que se desenchufa los fines de semana por sistema es Nacho Palou, del blog Microsiervos, un hiperconectado por definición. “No fue una decisión meditada, simplemente empecé a hacerlo así”, cuenta. Lo motivaron una suma de factores: “Mantener cierto orden, desarrollar actividades o hobbies offline, necesidad de desconectar y, sobre todo, cuestiones personales y de vida familiar”.
Abundan las opiniones de que la adicción tecnológica es otra prueba de la incapacidad humana para estar en soledad. La Red crea la posibilidad (ficticia o real, según la óptica del intérprete) de tener compañía perpetua. El reverso es que eso implica menos tiempo para reflexionar. Y si a eso se le añade la legítima voluntad de no aburrirse, la posibilidad de que en nuestros cerebros pase algo imprevisto se diluye. Con el teléfono se puede matar el aburrimiento en la parada de autobús consultando el correo, leyendo las noticias o desintegrando marcianitos pero, si se eliminan los tiempos muertos, el cerebro ni vuela ni se encienden las bombillas apagadas. Jonah Lehrer, otro de los gurús del asunto, encabeza a los defensores de dejar espacio a la cabeza para que divague.

A pesar de estas visiones apocalípticas no abundan los casos de gente que reduzca su actividad en Internet debido a que perciba que está comenzando a pasarle factura. Es cierto que los cazatendencias apuntan que la próxima temporada será la de los Twitter quitters (los desertores de Twitter), pero de momento las motivaciones de quienes han ido dando el paso parecen distintas del bienestar cerebral. Los casos más sonados de apóstatas son famosos espantados por los trazos que dejan sus meteduras de pata. Ahí están el músico Andrés Calamaro (inolvidable su despedida de Twitter: “140 caracteres pueden metérselos profundo en el medio del ojete”) y, el mes pasado, el actor Ashton Kutcher, caído del caballo del microblogging después de que le pillaran hablando sin conocimiento de causa sobre las injusticias sufridas por un entrenador de fútbol americano pedófilo.
De momento, sin investigaciones neuronales concluyentes, ante las riñas de las ciberdivas parece que solo cabe actuar como ante las de los dietistas. ¿De verdad es bueno desayunar con vino? ¿Prescindo del pescado azul? Vaya usted a saber pero, ante la ausencia de certezas, coma lo que le apetezca. Eso, aplicándose el latiguillo inevitable: siempre con moderación.
En esta línea de pensamiento, Bownds remite a un artículo del científico y lingüista Steven Pinker para ilustrar la posición que le parece más razonable sobre el asunto. Pinker, un acerado defensor de las posibilidades de la web para generar conocimiento, plantea que la solución no es tanto lamentarse de la tecnología como dominar sus aspectos negativos mediante la educación y el autocontrol, igual que sucede con el resto de tentaciones. Pero para no dejar lugar a la duda, Pinker avisa: “Si lo que usted busca es profundidad intelectual, no recurra a un Powerpoint o a Google”.

miércoles, 25 de abril de 2012

NARCISISMO

Se disparan las consultas por casos de narcisismo

Por Ezequiel Viéitez

Lo aseguran psicólogos consultados por Clarín. Los narcisistas tienen una autoestima exagerada, rechazan las críticas y no escuchan a los otros. La cultura actual, según los expertos, los incentiva.
Yo y el espejo. Los narcisistas tienen una imagen demasiado elevada de sí mismos y no lo ocultan. Pero también son hipersensibles a las críticas de los demás y pueden estallar seguido.

La oposición dice que me vaya a mi casa. ¿A cuál? Tengo veinte”, se burló el primer ministro Silvio Berlusconi ante los periodistas, cuando aún era imposible prever su caída en Italia. Aquí, con menos plata en el banco y lejos del poder, cada año llegan al diván más personas que no ocultan su amor al ego y muestran poca predisposición a aceptar límites, aseguran los psicólogos. Se trata de los pacientes con rasgos narcisistas . Algunos pueden sufrir colapsos graves y otros, sin embargo, vivir toda su vida con cierta normalidad.

En ese contexto, la licenciada Liliana Paz Méndez advierte: “La sociedad de hoy es una máquina de generar sujetos individualistas y narcisistas” . Y la psicóloga Valeria Andersen amplía: “Yo diría que hoy todos llegan a terapia con algún grado de lo que Carl Jung llamó inflación del ego ”.
Los narcisistas tienen una autoestima exagerada y no lo ocultan. Pero son hipersensibles a las críticas y estallan seguido. Les cuesta reconocer las necesidades del otro, tienen problemas para disfrutar de sus logros y pueden llegar a competir con miembros de su familia. Lo peor: sufren y hacen sufrir . ¿La cultura actual los incentiva? Sí, responde Rosa Sánchez, terapeuta y docente del Centro DOS: “No sólo existe una legitimación de la arrogancia desde los medios y la publicidad , sino que el mercado potencia conductas que alimentan las rivalidades”. En la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Lía Ricón –docente en la UBA– comparte que “el contexto sociocultural tiene un peso enorme”, y cuestiona que incluso se toman modelos del deporte, como el de catalogar a las personas en rangos, número uno, número tres o último, por ejemplo.

Aunque es difícil de medir, el tema está instalado. Hasta el principal manual de psiquiatría del mundo, el DSM, editado en Estados Unidos, dejó de considerar al narcisismo como enfermedad por entender que se volvió “normal” , una mirada que rechazan muchos profesionales. El rasgo se ve en todas las clases sociales: desde el adolescente humilde que se muere por tener las zapatillas más caras para “mostrarse”, hasta el empresario dispuesto a perder su salud para comprar una casa más grande en el country.
Pero el viaje para lograr la admiración ajena tiene estaciones complicadas : para ser “importante” otro debe asumirse como inferior. Así, nace la agresión verbal a la hora de relacionarse. Si las altas aspiraciones no tienen un correlato en los hechos, el narcisista enfrenta una autocrítica severa y se deprime. En este caso, el destino inevitable es la terapia. Pero no todos se animan.

“Pedir ayuda es herir al amor propio” , advierte un profesional.
En el grupo de los que no pagan cara su actitud arrogante están los “narcisistas funcionales” , emprendedores, líderes y artistas a quienes “se suele amar aunque ellos parecen no necesitarlo”, apunta Leonardo Peskin, médico psicoanalista y docente de seminarios en APA. También existe el otro extremo, el de pacientes que dependen de la mirada de los otros y que con su actitud egocéntrica buscan ocultar una profunda inseguridad. Esos casos pueden terminar en adicciones graves –a las drogas, al trabajo o a las cirugías– o en enfermedades psicosomáticas.
Más allá de lo social, hay raíces del padecimiento en la familia , dicen los especialistas. Es que tanto los padres exageradamente presentes en la vida de sus hijos como los ausentes pueden generar una estructuración narcisista. En el primer caso, al llevar al chico a pensar que es un rey “predestinado a lo grande”. En el segundo, como un mecanismo natural de compensación del nene al no sentirse valorado. Sea por una causa u otra, ya se sabe: la austeridad no está de moda .

martes, 24 de abril de 2012

La física en la vida cotidiana

Alberto Rojo: “Tengo una especie de cruzada contra las terapias alternativas y las pseudociencias”

Tras el éxito de La física en la vida cotidiana, este científico y músico argentino radicado en los EE.UU. arremete con un trabajo sobre el azar que derriba mitos y creencias ancladas en culturas varias. “El Balseiro-donde él estudio-está entre las 5 mejores instituciones educativas del mundo”, dice.

POR Horacio Bilbao y Marcela Mazzei



En cierto modo, el de Alberto Rojo es un libro contra la ingenuidad. El azar en la vida cotidiana, publicado en la colección Ciencia que ladra de la editorial Siglo XXI, refleja la presencia de ciertas “fatalidades” en nuestra cultura y advierte que a nuestro cerebro le encanta creer y tejer historias, aunque estas sean falsas o estén reñidas con la lógica. De paso en la Feria del Libro, Rojo, que además de un científico formado en el Balseiro es músico, habló de las razones de su libro y explicó algunas causalidades más famosas, que no revelaremos aquí pues están todas en el libro.

Rojo sí cuenta aquí que “los primeros desarrollos matemáticos de la teoría de las probabilidades se deben al juego”. Y entre las relaciones y anécdotas que busca en su memoria rescata una de Galileo, que dice que “Dios escribió el libro del universo en lenguaje matemático, y que al capitulo de probabilidades lo escribió con caligrafía de médico, porque es bastante confuso”. De eso se trata, de la simpleza con la que tendemos a atribuirle significado místico a cosas que, desde el punto de vista de las matemáticas, son obvias. De los juegos de azar, a los filtros de spam, explicaciones para coincidencias que tienden a ocurrir más seguido de lo que lo sospechamos.


Rojo básico:
Nació en Tucumán, Argentina, y se licenció y doctoró en física en el Instituto Balseiro (Bariloche). Actualmente es profesor de física en la Oakland University, en los Estados Unidos. Es autor de los dos libros que aquí mencionamos y conductor de la serie Artistas de la ciencia, que emitía el canal Encuentro. Además, es guitarrista y compositor. Entre sus discos están De visita, Para mi sombra y una participación en la colección Guitarras del mundo, entre otros.

viernes, 20 de abril de 2012

PEDIATRAS

 SIETE DE CADA DIEZ PEDIATRAS EN LA ARGENTINA TRABAJAN EN MAS DE UN LUGAR

Corriendo de un consultorio a otro

 

Una encuesta de Unicef y la Sociedad Argentina de Pediatría dio cuenta de las condiciones laborales de los médicos infantiles. Exceso de trabajo, baja remuneración y pocas mujeres en puestos de jerarquía son algunos de los datos detectados.


Exceso de trabajo, baja remuneración, falta de oportunidades para actualizarse en la profesión –para quienes ejercen en zonas alejadas– y pocas mujeres en puestos de jerarquía son algunas de las situaciones que viven los pediatras que trabajan en Argentina, según reveló una encuesta nacional a médicos de todo el país, que presentaron ayer Unicef y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). El estudio realizado a más de mil pediatras indicó que “siete de cada diez pediatras trabajan en dos, tres o más lugares (hospitales públicos, clínicas privadas o consultorios) con cargas horarias que promedian las 47 horas semanales, y que en dos de cada diez casos superan la media y alcanzan las 60 horas o más.
“Los resultados de la encuesta son un aporte para contribuir a identificar las características y dificultades que experimentan los pediatras en el ejercicio de su profesión. Las mismas se vinculan directamente con la posibilidad de promoción y protección de la salud de niños, niñas y adolescentes, por cuanto el pediatra es el médico de cabecera en esta época de la vida”, señaló Gustavo Cardigni a Página/12.
El estudio incluye encuestas on line y entrevistas en profundidad realizadas entre julio y agosto de 2011, a 1144 profesionales, sobre una base de 15.461 médicos asociados a la SAP. La investigación sostuvo que “el 55 por ciento de los médicos se desempeña en dos instituciones, el 31 por ciento lo hace en tres; y el 14 por ciento en más de tres”. Asimismo, los profesionales declaran “un promedio de seis horas de descanso diario, un valor que –según estimaron– desciende entre los más jóvenes”.

A la hora de evaluar el perfil laboral y las funciones que desempeñan los pediatras, “las mujeres (78 por ciento) hacen menos consultorio que los hombres (85 por ciento) y realizan más guardias: 52 por ciento en el caso de las mujeres y 41 por ciento en el caso de los hombres”, a la vez que las mujeres perciben “menor salario” que los varones. Las entrevistas también revelaron que frente a las mismas tareas y con la misma formación y experiencia que sus pares varones, “sólo un 18 por ciento de ellas ocupan cargos de conducción y gestión de clínicas y hospitales, mientras que en el caso de los hombres el porcentaje asciende al 25 por ciento”.
“Más de la mitad de los pediatras encuestados dijo que en el último mes experimentó situaciones de maltrato verbal por parte de sus pacientes, el 40 por ciento maltrato psicológico, mientras que el 43 por ciento percibió falta de seguridad en el lugar de trabajo”, indicó la encuesta.
Asimismo, señaló que “un 60 por ciento de las mujeres manifestó haber recibido maltrato verbal, contra un 48 por ciento de los hombres, y un 42 por ciento expresó haber recibido maltrato psicológico, mientras que en los hombres la variable desciende al 36 por ciento”.

En tanto, la falta de incentivo económico y de progreso que los médicos encuentran en los centros de salud alejados conlleva a que la mayoría de los jóvenes que vive en los pueblos del interior del país y viaja a la ciudad a formarse, no regrese una vez que se recibió y continúe su carrera en grandes hospitales, consultorios privados u organismos de investigación urbanos.
Zulma Ortiz, especialista en Salud de Unicef Argentina, señaló que “existen claras evidencias que demuestran cómo las condiciones de trabajo de los profesionales mejoran los indicadores sanitarios”. Añadió que “garantizar el derecho a la salud de todos los chicos sólo es posible si los pediatras cuentan con la capacitación, las herramientas y un salario acorde con sus tareas, sobre todo, en aquellos lugares donde la población suele ser más vulnerable y hay menos infraestructura hospitalaria”.
Además, las estadísticas indican que “el 53 por ciento de los pediatras es sostén de hogar: el porcentaje es más elevado entre los varones, quienes en un 78 por ciento declararon proveer el ingreso principal, que entre las mujeres, que lo hacen en un 42 por ciento”. Si bien “más del 60 por ciento de los profesionales tiene un nombramiento efectivo, tres de cada diez manifestaron estar en una ‘relación de trabajo informal’”.
Consultados sobre la satisfacción profesional en términos generales, en una escala de 1 a 10, donde 10 sería el máximo, los entrevistados tienen un nivel de satisfacción de 6,8. “Los factores marcados con más énfasis en relación con la satisfacción del ejercicio profesional del pediatra son el clima de trabajo en el lugar donde se de-sempeña, el nivel de remuneración y la disponibilidad de insumo y recursos humanos”, explicó Angela Gentile, vicepresidenta de la SAP.
“El 64 por ciento de los pediatras asociados al estudio se muestra satisfecho con su ejercicio profesional, por el placer de dedicarse a lo que les gusta, una respuesta asociada a la vocación”, afirmó Gentile. Además destacó la importancia del pediatra como “médico de cabecera de la familia, a quien recurren padres, abuelos; por eso es fundamental que el profesional tenga espacio para poder dialogar con la familia durante la consulta y anticipar situaciones”.

Informe: Sabrina Améndola.